A las 6 de la mañana salimos con bastante oscuridad aún. Nos dirigimos a la
pista que sale por detrás del refugio y que, al cabo de un rato de llanear, se
bifurca. A la izquierda se iría hacia Coronas, pero nosotros nos dirigimos a la
derecha, siguiendo un camino marcado como GR con un indicador que nos dice los
tiempos hasta llegar al ibón de Llosás (a donde tenemos que llegar) y el
collado de Vallibierna. A partir de aquí, la pista (ya en un estado
impracticable y que de repente se convertirá en sendero) empieza a ganar
inclinación hasta que, en media hora más o menos, llega a la Pleta de Llosás
(2.200 m). Desde este punto, las vistas son de aúpa, con el Vallibierna
mostrando su cara más impresionante. No sólo eso, sino que nuestros dos
objetivos ya se nos muestran, aún lejanos, protegidos por el muro occidental
del Tempestades bajo el cual está el ibón de Llosás, a donde nos dirigimos
ahora.
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Desde la Pleta de Llosás vemos el Aneto a un lado, el Russel al otro y, enmedio, nuestros dos objetivos, el Tempestades y el Margalida. |
Nos desviamos hacia la izquierda abandonando el GR, que se dirige al
collado de Vallibierna, y rodeamos la pleta de Llosás, que está semi-inundada,
por su parte izquierda. Una vez rodeada, el sendero nos dirige en fuerte subida
en dirección a un colladito situado a la izquierda del barranco de Llosás. A
partir del colladito, el sendero pierde ligeramente inclinación pero sigue
subiendo hasta llegar al impresionante ibón de Llosás, protegido por una pared lisa,
vertical y negra con chorros de agua cayendo desde los heleros provenientes del
Aneto y el Tempestades, ya bastante cercanos pero bastante por encima de
nuestras cabezas. Después de admirar este paisaje, cruzamos el barranco
fácilmente por unas rocas estratégicamente situadas y nos dirigimos a un
vallecito angosto que se abre a nuestra derecha.
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Nos desviamos del GR para cruzar la pleta de Llosás y empezar el ascenso en dirección a la cubeta negra del ibón de Llosás, que se ve bajo el contrafuerte sur del Tempestades. |
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El sendero avanza primero hacia una colladeta y luego por una ladera pedregosa. |
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Los estratos del Vallibierna y el Culebres. |
El sendero primero va por su
derecha hasta que lo cruza más arriba y, ya en su vertiente izquierda, va
siguiendo la ladera del barranco hasta que en unos 5 minutos el vallecito se
abre y nos encontramos por encima del ibonet de Llosás. El sendero, en todo
momento excelentemente marcado, se dirige en un primer momento hacia el
Russell, que ya tenemos encima para, al cabo de poco rato, desviarse hacia la
izquierda (W), en permanente subida. En un momento dado, al alcanzar el final
de la inclinada pendiente que nos privaba de las vistas hacia el norte, el
paisaje se abre y nos encontramos con el Tempestades y el Margalida al final de
una pala pedregosa, parecen cercanos pero dicha pala es más larga de lo que
parece. A partir de aquí el sendero desaparece al entrar en terreno rocoso pero
hay tantos hitos que es imposible perderse. Además, la subida se puede hacer
casi por cualquier sitio puesto que apenas hay obstáculos, con la única
precaución de no desviarse muy hacia la derecha puesto que los hitos de esa
zona conducen hacia la Gran Diagonal del Russell. La parte inicial de la pala
está formado por grandes rocas pulidas de fácil avanzar, pero a medida que se
va subiendo, estas rocas lijadas se convierten en pedregal de bloques grandes,
y más arriba, ya debajo del diente cimero del Tempestades, en incómodas piedras
pequeñas de difícil progreso. Una vez nos encontramos debajo la cúspide, hay
dos opciones para hollar la cima. Una de ellas consiste en dirigirse hacia el
collado (3.221 m) que separa el Tempestades del Margalida y, una vez allí,
seguir la fácil pero impresionante cresta hasta el Tempestades. La otra es
subir directamente hacia la cumbre, aprovechándonos de distintas canaletas de
roca muy suelta mezclada con grandes bloques pero que no reviste ninguna
dificultad aparte de la inestabilidad del terreno. Nosotros seguimos la segunda
opción y en poco tiempo nos plantamos en la cumbre.
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Ascendiendo por el inicio de la ancha pala sur. |
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Al principio es herbosa y de cómodo tránsito. |
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Pero se torna pedregosa a media pala, primero por cómodas placas graníticas pero, cercanos a la cumbre del Tempestades, con la presencia de grandes bloques de granito por los que debemos ir saltando. |
Las vistas son, como no
podía ser de otra forma, espléndidas. Tenemos el Aneto a tocar, incluso vemos
la gente parada al lado de la cruz, pero nos separa de ella la profunda brecha
de Tempestades, que no llegamos a distinguir en su totalidad. Hacia el norte,
el final del valle de Benasque se encuentra muchos metros debajo de nosotros,
y, más allá, las montañas de la Vall d’Aran se extienden por el horizonte. Pero
lo que realmente impresiona es el abismo hacia el norte y, sobretodo, los
cuchillos y gendarmes de la cresta de Salenques-Margalida, de las más
prestigiosas del Pirineo. Pero también de las más peligrosas, habiéndose
cobrado bastantes vidas, una de ellas ese mismo día, por lo que presenciamos
todo el operativo de rescate desde las alturas.
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El Ibón de Barrancs. |
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El Posets y el Bachimala |
Toca dirigirnos a nuestro siguiente objetivo, el pico Margalida, que desde aquí vemos
muy cercano pero con un camino que se presume interesante como poco, pues nos
separa de él una afilada y aérea cresta. Así pues, nos despedimos de uno de
nuestros compañeros, que ya ha tenido suficiente con llegar hasta ahí, y nos
dirigimos a toda cresta hacia el Margalida. Primero vamos hacia el collado, con
cuidado pero sin ningún problema. Una vez ahí, ya empieza la diversión. La
cresta al principio consiste en una sucesión de gendarmes que se pueden rodear
bien por la vertiente de Barrancs bien por la de Llosás. Cuando llevamos ya la
mitad de la cresta hecha, la cosa se empieza a complicar y los gendarmes se
alternan con grandes bloques apilados con precipicios a ambos lados. Con
cuidado y alguna peripecia vamos progresando hasta llegar al paso clave de la
cresta, una roca blanca de unos 2-3 metros, vertical y lisa. Dicha roca tiene
una grieta en su parte derecha que deberemos utilizar para poder superarla.
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La afamada cresta de Salenques y el exiguo glaciar de Tempestades. |
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Lo que nos queda hasta el Pico de Margalida, una delicada pero disfrutona cresta. |
Una
vez superado este obstáculo tenemos el Margalida a tocar, aunque previamente
aún tendremos que avanzar por un par de pasos un poco complicados que
impresionan aún más con la pared lisa de 300 metros que tenemos a nuestra
izquierda. Rodeamos el Margalida hasta situarnos en su cara sur, donde una
fácil sucesión de bloques nos colocan en la estrecha cima del Margalida, encima
de los abismos de Salenques. Las vistas sobre las paredes norte del Russell y
el largo valle de Salenques han mejorado y además hemos ganado perspectiva
sobre el Tempestades. Después de descansar un rato nos disponemos a bajar,
primero por el mismo sitio y posteriormente nos dirigimos a la cresta que
conduce hasta el Russell. Cuando vemos que la cosa se complica, una canal
empinada y con piedras muy inestables pero que, sin embargo, parece fácil, se
nos abre a la derecha. Además, vemos hitos que nos conducen hacia esa
dirección. Así pues, bajamos con cuidado de no resbalar ni de tirar piedras
hasta que llegamos a la base de la pared, donde un nevero que se mantiene todo
el año nos impide tocar tierra firme, así que lo flanqueamos siguiendo la pared
hasta que llegamos a un sitio donde tocamos roca directamente. A partir de ahí,
volvemos al centro de la pala y seguimos los hitos para llegar al sendero de
nuevo. Una vez allí, desandamos lo recorrido, cansados pero disfrutando las
vistas de la mañana pero con luz de tarde, satisfechos de un día muy completo
en nuestro bello Pirineo.