Picos de Clarabide (3.017 m, 3.019 m y 3.007 m) y Pico de Gías (3.013 m) por el Valle de Estós

Los tresmiles más remotos del Valle de Estós

Desde el Clarabide Occidental de derecha a izquierda: Pico de Gías, Clarabide Central y Clarabide Oriental bajo el Gourgs Blancs.

El Valle de Estós es uno de los valles más emblemáticos de los Pirineo. Desembocando en el Ésera en un estrecho desfiladero, nada puede hacer pensar que tras este angosto paso se abre uno de los parajes más grandiosos de la cordillera. En este largo valle hay un abrupto contraste entre el verde fondo del valle, donde se alternan frondosos bosques, bellas cascadas y bucólicas praderas con las colosales montañas que se ven si levantamos la mirada, donde el hielo y la roca dominan desde las alturas; no en vano este es el valle con mayor concentración de tresmiles del Pirineo.

Este valle separa dos de los principales macizos pirenaicos: el de Posets, que controla el lado meridional y el del Perdiguero-Gourgs Blancs, cuya larga cresta cierra el valle por el norte y nos separa de Francia. Precisamente en este segundo macizo se encuentran los tresmiles más alejados de todo el valle de Estós (con el permiso del Gourgs Blancs, que se encuentra muy cercano), y es que son los más occidentales de la larga cresta fronteriza.

Estamos hablando del conjunto que forman los tres picos de Clarabides y el Pico de Gías. Situados en la parte occidental de un pequeño circo acompañando a dos de los grandes tresmiles del Pirineo, el Gourgs Blancs y el Seil dera Baquo, son mucho menos fieros que los otros dos. Los Clarabides son tres pequeñas cotas, muy poco destacadas unas de otras que se suelen ascender consecutivamente al estar separadas por apenas 300 metros de una sencillísima cresta que se puede realizar andando, por lo que son considerados de los tresmiles más sencillos de la cordillera. El Pico de Gías es ligeramente más complicado al ser un bonito peñasco rocoso aislado algo más al sur, aunque cualquier montañero puede ascenderlo sin problemas por una fácil canal. 

Estos cuatro picos son un extenso mirador del final del valle de Estós y de todos sus tresmiles, además de un buen balcón sobre la salvaje y poco transitada parte francesa, repleta de lagos y agrestes crestas. Aunque el desnivel a superar es importante, el refugio de Estós es ideal para partir la ascensión en dos jornadas, convirtiendo esta ruta en ideal para montañeros que, sin querer asumir los riesgos de los otros tresmiles del valle, quieran conocer el precioso valle de Estós y ascender a unas de sus más importantes cumbres.

Ficha técnica

Desnivel: 1.940 m

Longitud: 30,6 km

Altura mínima: 1.310 m

Altura máxima: 3.017 m

Dificultad técnica: Vertical pero fácil canal de acceso al Pico Gías (paso de I grado).

Track en Wikiloc

Mapa de la ruta realizada tomado en el visor Iberpix

Acceso

El inicio de esta ascensión es el parking que hay en el inicio del Valle de Estós. Calcula la ruta desde cualquier punto de inicio pulsando este enlace a Google Maps.

Fotodescripción

Aparcamos en el parking superior de los Barracones de Estós, donde subimos por las escaleras que...

...nos llevan a la pista que recorre la primera parte del Valle de Estós. Doblando mucho el cuello por la mucho mayor altura, vemos las tucas más orientales de Ixeia.

La pista gira y se convierte en asfalto cuando entra en el cañón en el que finaliza el valle, aprovechado para construir la presa de Estós.

Avanzando primero por la vertiente derecha del valle, en la palanca del Aiguacari cruzamos el Río de Estós y pasamos a la otra vertiente. Por la vertiente izquierda vamos a seguir bastantes kilómetros, hasta la Cabaña del Turmo.

Tras pasar por la Cabaña de Santa Ana el valle se abre y empiezan a aparecer las grandes montañas de Estós, destacando el Seil dera Baquo y, sobretodo, el gigantesco Perdiguero. Pero también vemos unas poco halagüeñas nubes que amenazan con descargar una buena tromba; no nos equivocamos.

Tras pasar por la Fuente de Coronas el cielo se abre y cae un fuerte diluvio, que nos obliga a resguardarnos para no terminar empapados. Afortunadamente, estamos pasando por un tramo de frondoso bosque por el que apenas caen las gotas.

Caen dos episodios de intensos chaparrones pero tras ellos, las nubes van cediendo e incluso llega a salir tímidamente el Sol, aunque no termina de aparecer del todo. En esto, llegamos al Río de Batisielles, que atravesamos por un buen puente. 

De vez en cuando la pista entra en un claro y nos permiten ver algunas vistas de las Agujas del Molseret, aún lejanas. El Refugio de Estós queda más atrás.

Entrando en las Gorgues Galantes no podemos resistirnos a desviarnos para ver las caudalosas cascadas que caen por el estrecho.

Tras cruzar el desfiladero, la pista finaliza en un gran prado con unas vistas esplendorosas de los muralla de tresmiles del Perdiguero. Solo llegar hasta aquí ya vale la pena.

Al final del prado nos espera la famosa Cabaña del Turmo, lugar de inspiración de los Celtas Cortos para una de sus más conocidas canciones: 20 de abril.

El sendero cruza por última vez el Río de Estós, que ha perdido bastante caudal al acercarnos a su cabecera.

El inundado sendero ahora traza una larga recta por la vertiente derecha del valle mientras asciende gradualmente por el húmedo bosque, agradecido por la lluvia previa.

Tras un último zigzag, donde hay el ascenso más fuerte desde la Cabaña del Turmo, aparece el Refugio de Estós. Al fondo el puerto de Chistau y el pico homónimo marcan el final del valle de Estós.

El Refugio de Estós, donde pasaremos la noche, está bastante lleno, ya que es una de las paradas de la Ruta de los Tres Refugios. Además, es base para las ascensiones de muchos tresmiles muy alejados como para ascenderlos en una jornada. El refugio está muy envejecido, tiene los baños fuera y la comida no es nada del otro mundo y algo escasa. Pero está en un sitio clave y por ello hay tanta afluencia.

La mañana siguiente, tras un desayuno bastante regulero, nos preparamos para la dura ascensión que se viene. Empezamos tomando un escondido sendero que sale de detrás de los baños del refugio.

Este sendero asciende suavemente trazando una larga diagonal para acercarse al barranco del Forau de Oô, yendo paralelos a la tubería que lleva el agua el refugio.

Llegamos al punto de captación de agua del refugio, aprovechando el agua que cae del Ibón de Gías, lago al que tenemos que llegar. El sendero cruza el barranco y empieza a ganar altura por el otro lado, superando por la derecha una primera pared y dejando a la izquierda el promontorio situado sobre el refugio.

El sendero se aleja del barranco y entra en un prado inclinado. Arriba, vemos como el barranco se encajona entre dos grandes paredes.

Acercándonos de nuevo al fondo del barranco, vamos subiendo por terreno mixto con cada vez más predominio del granito. Unos metros más arriba vemos como el barranco se torna vertical, imposibilitando aparentemente el paso por el mismo.

Pero el sendero encuentra una ingeniosa manera de salvar la pared que tenemos delante. Cruzando de nuevo el barranco y quedando ahora en la parte izquierda del mismo, vemos una placa de granito tumbada que se puede superar fácilmente trepando, con hitos dirigiéndonos por los mejores pasos.

Mirando atrás, la luz rosada del amanecer van tocando las cumbres del Montidiego, cuya pirámide domina la otra vertiente de Estós y la gran muralla gris del Bardamina, último bastión antes de llegar al Posets.

Valle abajo, envueltas en la fantasmagórica bruma matinal, aparecen, muchos metros por encima del valle, la doble cumbre de la Tuca de Serisueles y la colosal Tuca de la Trapa, dos de las torres que conforman el macizo de Ixeia.

Cuando superamos la placa tumbada giramos a la derecha, donde perdemos momentáneamente el camino. Igualmente, seguimos subiendo por una zona con alguna trepada y lo recuperamos rápidamente, ya habiendo superado la pared que nos obstaculizaba el paso.

Vamos subiendo ahora por las laderas herbosas hacia el Ibón de Gías para el que aún faltan unos 400 metros de desnivel. Como referencia, tenemos que ir en dirección a ese mogote pedregoso que vemos delante.

A nuestra derecha, la sombría cresta del Seil dera Baquo, la montaña que cierra el circo del Forau de Oô por la derecha. Nosotros vamos a las montañas que lo cierran por la izquierda.

La dentada cresta del Molseret en una oscuridad total contrasta notablemente...

...con las montañas del macizo de la Llardana, que reciben los dorados rayos del astro rey. 

Cuando estamos sobre los 2400 metros la pendiente cede y podemos ver por primera vez el fondo del circo al cual nos dirigimos. A la izquierda, podemos ver el Pico de Gías, que está situado en el extremo del impresionante espolón que cae hacia el Ibón de Gías. En el centro, la gran cumbre de la zona, el impresionante Gourgs Blancs.

Tras atravesar una llanura subimos por una pendiente más pedregosa, teniendo que trazar ahora una media ladera por encima...

...del Ibón Inferior de Gías, totalmente seco, víctima de este anormalmente caluroso año.

Bajo la intimidante pose del espolón suroeste del Gías, vamos subiendo en diagonal en un terreno mucho más rocoso hasta que aparecemos...

...en el Ibón de Gías, seguramente uno de los más inhóspitos y remotos del Pirineo, bajo la indómita pared meridional del Gourgs Blancs y su inseparable aguja, el Jean Arlaud.

Tras el cabezón del Cap dera Baquo Oriental empieza a despuntar el Sol, cuya luz provoca que las paredes de este pico parezcan mucho más oscuras.

En cambio, las montañas del otro lado del valle hace ya largo rato que están iluminadas.

Nuestros pasos se dirigen ahora al Puerto de Gías, que es el collado que vemos enfrente y que separa el Gourgs Blancs, a la derecha, de los Picos de Clarabide, que restan algo camuflados.

Para ello, empezamos rodeando el ibón por la izquierda y, recuperando los hitos pero sin sendero, ascendemos por pendientes pedregosas pero bastante estables.

Superadas las primeras pendientes, entramos en un rellano donde aún quedan trazos de hierba que nos permite avanzar con rapidez para llegar a la base del collado, que ya vemos claramente delante. También observamos por vez primera el Clarabide Oriental, que es la cúpula rocosa que despunta a la izquierda del collado.

Inevitablemente el Sol gana su batalla ante las sombras y entra de lleno en el Forau de Oô, empezando a iluminar el Ibón de Gías, que ya hemos dejado bastante atrás.

Como la parte central de la canal al collado está interrumpida por unos roquedos, los hitos nos hacen ascender por la pendiente rocosa de la derecha para ganar esa estrecha franja pedregosa que vemos en la parte derecha de la fotografía entre los roquedos del Puerto de Gías y los del Gourgs Blancs. 

Subiendo por la ladera pedregosa por fin ganamos perspectiva sobre la auténtica cumbre del Pico de Gías, que es el casquete rocoso que vemos en el centro-izquierda de la foto.

Una traza de sendero sube en zigzag y nos permite ascender cómodamente por la tartera.

El Ibón de Gías, en su privilegiado balcón, uno de los más espectaculares de la cordillera en mi opinión.

Llegamos al Puerto de Gías, que está formado por varias puntas que separan distintas brechas. A la izquierda, muy cercano, el Clarabide Oriental, a menos de cien metros de desnivel del collado.

La ingente masa rojiza del Bachimala aparece tras el boquete del puerto de Gías, culminando el valle de Aygues-Tortes.

Desde el collado una corta rampa nos separa del Clarabide Oriental. Podemos ir a toda cresta, aunque una serie de escarpes rocosos nos obstaculizan en parte el tránsito a toda arista.

Aún así, siempre es mejor ir por la cresta para poder ver las formidables torres blancas que protegen el Clarabide Oriental por la parte francesa.

Sin problemas llegamos a la cumbre del Clarabide Oriental, primer tresmil de los cuatro de hoy.

El Clarabide Oriental es el único pico con predominio del gris, puesto que marca la frontera entre el granito de nuestra cumbre y del Gourgs Blancs de los esquistos y pizarras de los otros dos Clarabides, de un intenso color rojo.

Mirando atrás, observamos el resto de cumbres del circo. La parte más cercana del Gourgs Blancs es donde se encuentra la Punta Lourdes-Rocheblave, el primero de los tresmiles de la cresta y el más sencillo con diferencia, como se puede observar fácilmente. Después la cresta entra en su parte más agreste, con la Torre Armengaud, la Falsa Torre Armengaud (que no llega a los 10 metros de prominencia y por tanto no es considerado tresmil) y finalmente, el Gourgs Blancs, tras el cual la montaña baja a una brecha tras la cual vuelve a emerger con potencia en la brutal aguja del Jean Arlaud.

Bajamos andando los 20 metros hasta el collado que nos separa de la cumbre principal de los Clarabides.

Por terreno sin ningún obstáculo pero con rota algo rota, ascendemos a la rojiza cumbre del Clarabide Central.

Cumbre del Clarabide Central, la más alta de todo el conjunto.

Delante tenemos el último tresmil del macizo de Perdiguero-Gourgs Blancs, el Clarabide Occidental, del que nos separan unos 100 metros de una cresta algo más abrupta que la realizada hasta ahora pero fácil igualmente.

Mediante unas cortas canales descendemos a la brecha que nos separa del Clarabide Occidental. A la derecha aparecen los abismos que dominan el Lac de Clarabide, ya en Francia, unos 400 metros por debajo nuestro.

Tras una corta cresta, en la que esquivamos las partes más complicadas por la vertiente de Estós, llegamos al último y menor de los Picos de Clarabide, el Occidental.

Desde esta cumbre se tiene una soberbia vista del diente del Pico de Gías, un pico con mucho más carácter que los Clarabides. Del Gías sale una cresta que se desploma espectacularmente sobre el fondo de Estós pasando primero por las agrestes Fitas de Oô.

Desde el Clarabide Occidental la cresta pierde algo de altura y, tras pasar por la Forca de Clarabide y las montañas del Puerto de Chistau, vuelve a despuntar con fuerza en otro de los reyes del Pirineo...

...la afamada cresta de Bachimala, con el triángulo negro del Gran Bachimala descollando entre la homogénea cresta, que casi siempre se encuentra por encima de los 3000.

El Posets aparece cual fortaleza infranqueable, con una posición acorde a su categoría, al ser la cumbre del macizo de la Llardana y la segunda gran montaña del Pirineo.

Tras las distintas cotas del Seil dera Baquo asoma ligeramente el Perdiguero, la cumbre más alta del macizo en el que estamos.

Entre las crestas de Batisielles, en primer plano, y el macizo del Ampriu, en tercero, aparecen las Tucas de Ixeia, otra de las grandes cumbres del valle de Benasque.

Retornamos al Clarabide Central para dirigirnos a la última cumbre de la jornada, con una apariencia mucho más fiera de la que al final resulta ser. Primero bajamos por la suave ladera terrosa que nos lleva al collado.

Llegamos rápidamente al collado que nos separa del Gías. Desde aquí parece una cumbre muy complicada pero esconde un punto débil...

...y es que si nos situamos a su base vemos como entre las paredes del Pico de Gías aparece una canal que nos lleva a su cumbre tras unos 20 metros de trepada.

La canal es vertical y con la roca algo mala, pero no superará el primer grado.

La canal nos lleva a la cresta, que primero es bastante afilada pero sencilla.

Tras este primer tramo de cresta, la arista se ensancha y nos lleva ya sin dificultades a la cumbre del Pico de Gías.

Hacia el sur, vemos las Fitas de Oô en su cara más dócil. No parece que detrás haya uno de los grandes abismos del valle de Estós.

Desde el Gías se tiene una buena perspectiva de los tres Clarabides. Como se puede observar, el tránsito entre los tres es rápido y sencillo, con una mínima dificultad entre el Central y el Occidental.

El retorno se presume eterno, puesto que tenemos que bajar primero el barranco del Forau de Oô y luego desandar todo el valle de Estós. Por ello, primero destrepamos la canal y, una vez en el collado y para acortar la bajada, empezamos a bajar por la ladera que vemos al este.

Para esquivar unos roquedos que hay al centro de la canal, tendimos hacia la derecha para descender por una ancha canal pedregosa. Vista atrás desde la parte inferior de la canal.

Una vez en la parte baja de la vaguada, ya solo quedará descender por el rocoso vallecito.

Desde la parte intermedia de la vaguada, vista atrás de lo descendido hasta ahora. Como se puede observar, el descenso directo desde el collado no es posible por lo que tenemos que bajar por la canal rocosa que se ve justo debajo de la cúpula rocosa del Pico de Gías.

Siguiendo los hitos, vamos yendo ahora por la parte derecha de la ladera, ahora por un tramo de grandes bloques.

De nuevo entrando en el terreno de granito, tras un buen rato de ir por mineral rojizo, mirada atrás de donde venimos. La vaguada por la que hemos descendido queda escondida tras este gran roquedo.

Ahora ya solo queda descender hasta el Ibón de Gías, bajo las crestas del Seil.

Desde el Pico de Gías se desprende un espolón impresionante y absolutamente vertical.

Tras llegar al Ibón de Gías nos despedimos del jefe del lugar...

...y empezamos la larga y vertiginosa bajada hasta el Refugio de Estós.

Después de descender las laderas herbosas de la parte intermedia del barranco llegamos a la parte inicial, la más vertical. A la vista del promontorio que domina el Refugio de Estós, tocará descender hasta él por placas tumbadas de granito.

Finalmente, llegamos a la captación de aguas del refugio, que ya vemos en el otro lado del Barranco.

Desde el Refugio de Estós tomamos el trillado camino que recorre el valle homónimo hasta los barracones, que con las piernas cansadas se hace muy pesado. Afortunadamente tenemos vistas privilegiadas de...

...el gran Perdiguero, con su anchísima cara sur dominando el valle de Estós,...

...el poco ascendido Pico del Portillón de Oô, con el collado homónimo a la derecha y la cascada del Molseret en mitad de la gran pared,...

...el Seil dera Baquo con su larga cresta, que hemos visto durante casi toda la jornada de hoy...

...y finalmente, el Pico de Gías, que desde su remota posición al fondo del valle de Estós nos da la despedida.