El Monte Olimpo y sus cumbres (Mytikas 2.917 m, Skolio 2.912 m y Skala 2.882 m)

  El hogar de los dioses olímpicos

Mytikas, la cumbre del Monte Olimpo, desde el Skala

Pocas montañas existen en el mundo más famosas que el monte Olimpo. Hogar de los principales dioses del panteón griego y fuente principal de la mitología clásica, su leyenda y relevancia en la cultura occidental es tal que mucha gente lo consideran parte del mito, olvidándose de que esta montaña es real. Y no solo existe, sino que estamos hablando de un montañón de una belleza excepcional, siendo el punto más alto de Grecia y la segunda altura de todos los Balcanes, convirtiéndose así en una de las montañas más prominentes de Europa.

El Olimpo es un macizo calcáreo que surge abruptamente a pocos kilómetros del Mar Egeo, marcando el límite entre la llanura tesalia, que se extiende largo trecho hacia el sur, y el de Macedonia al norte. Se trata de un macizo bastante aislado y mucho más alto que cualquier montaña de su alrededor, lo que provoca que la imagen de esta mole sea imponente desde cualquier perspectiva. Su cercanía al mar, del que le separan poco más de 10 kilómetros, hacen que sus altas cumbres se vean envueltas frecuentemente de brumas y tormentas. Este motivo añadida a su destacada altura hizo que los antiguos griegos ubicaran en esta montaña la residencia de sus dioses mayores, convirtiendo el macizo en sagrado y, en consecuencia, inaccesible, por miedo a un castigo de las inmortales divinidades por profanar su morada. Por este motivo, no fue hasta entrado el siglo XX que se ascendió por primera vez al punto más alto de este macizo.

Stefani y Mytikas desde el Skolio

Se trata de un macizo no muy extenso en forma de círculo con tres valles principales que confluyen en el centro, donde se encuentran sus mayores alturas. A pesar de que el desnivel desde la llanura o el mar es brutal, la parte alta del Olimpo es bastante suave, con los grandes altiplanos típicos de la orografía caliza alternándose con profundos barrancos, que desembocan en valles como la garganta de Enipeas, que acumulan toda la frondosidad que le falta a la desolada parte superior. Sin embargo, en el centro del macizo esta suavidad cambia radicalmente para dar paso a las tres cumbres mayores del Olimpo, que aúnan toda la verticalidad y espectacularidad de la que adolecen el resto de cimas: el Skolio, el Stefani y el Mytikas, la más alta y bella del macizo. 

El ascenso al Monte Olimpo es una experiencia inigualable para cualquier montañero por el gran contraste de paisajes que vemos a lo largo de la subida: desde los insondables bosques de Enipeas hasta los terribles abismos de Mytikas. El Olimpo no regala la subida, no en vano es una montaña divina, pero el montañero que consiga llegar a su cumbre tendrá en su haber una de las más legendarias montañas de nuestro planeta.

Ficha técnica

Desnivel: 2100 m realizados en dos días

Longitud: 24 km

Altura mínima: 1.090 m

Altura máxima: 2.917 m

Dificultad técnica: Algún paso de II en el ascenso y descenso al Mytikas, aunque los de descenso son bastante expuestos al transcurrir en una canal bastante descompuesta. Recomendable llevar casco tanto para el ascenso como el descenso.

Acceso

El punto de partida es el final de la carretera que sale del pueblo de Litochoro hacia el Parque Nacional del Monte Olimpo, lugar conocido como Prionia, donde hay un restaurante. La carretera está asfaltada en todo momento excepto los últimos 100 metros, donde debido a la gran afluencia de gente, la pista está en peor estado. No hay mucho aparcamiento en Prionia y se suele llenar rápido, por lo que la gente aparca al lado de la carretera.

Fotodescripción

Después de un largo viaje en coche, llegamos al final de la carretera a Prionia, que encontramos abarrotada de coches. Pero llega la primera intervención divina; justo cuando llegamos, un vehículo se va y podemos aparcar allí mismo, cosa que agradecemos puesto que sino hubiéramos tenido que aparcar unos dos kilómetros antes.

Tras la larga explanada donde se encuentra el restaurante, empieza el camino que nos conducirá al refugio Spilios Agapitos, también llamado refugio A, donde pasaremos la noche. El camino es excelente y la primera parte atraviesa un precioso hayedo,

Tras cruzar el hayedo, debemos vadear distintos barrancos, totalmente secos, a pesar de la frondosidad del entorno. Y es que la naturaleza caliza del macizo provoca que toda el agua sea absorbida bajo tierra, surgiendo con fuerza cuando los acuíferos están llenos.

Tras pasar por una fuente y atravesar de nuevo el bosque, cada vez más poblado por abetos, el sendero entra en el barranco que cae de las grandes cumbres olímpicas.

El bosque va clareando cada vez más mientras la pendiente aumenta, lo que nos permite empezar a ver las soberbias perspectivas de este mágico macizo, con las desoladas cumbres blancas apareciendo con fuerza por encima de los insondables bosques que cubren la garganta de Enipeas.

Tras cruzar el barranco por última vez, entramos en el tramo final del ascenso al refugio. Nos plantamos en una loma despejada de árboles en la que ganaremos unos 300 metros por dura subida que se hace más amena gracias a las numerosas lazadas del camino.

Mientras vamos ascendiendo por la loma, las cumbres del sector meridional del Olimpo aparecen, entre las que destaca el Kalogeros, tras el cual se distingue un descomunal circo.

Y hacia el este, tras el abrupto y estrecho final del río Enipeas, distinguimos el pueblo de Litochoro. Y, más allá, el mar Egeo. 

Al otro lado, una gran muralla cierra el circo del Enipeas y se va tornando sombría, a pesar de la intensa blancura de su roca. Por ahí arriba andaremos mañana.

Y así llegamos al fin al Spilios Agapitos, el mayor de los refugios del Olimpo. El refugio es bastante cómodo y funciona distinto a los refugios pirenaicos, puesto que la cocina está abierta la mayor parte del día y se puede pedir cualquier cosa de un menú a todas horas. Además, hay bastante ambiente y con la presencia de mucho montañero internacional.

Mientras hacemos tiempo para la cena, volvemos a la terraza del refugio, donde gozamos de las fabulosas vistas de este bello paraje. Especialmente, quedamos anonadados ante una cumbre en concreto que, envuelta en una luz celestial, nos espera mañana...

El Mytikas, la cumbre del Olimpo, que brilla con una luz divina. Y con la visión de esta cima sagrada nos vamos a dormir, pues mañana nos queremos despertar temprano porque se anuncian tormentas a media mañana y las queremos evitar, puesto que aquí son especialmente virulentas.


El día siguiente amanece despejado pero sabemos que es un tiempo engañoso, ya que se va a complicar en pocas horas. Así pues, tomamos el sendero Europeo 4, que cruza el macizo, y empezamos a ascender por un de nuevo magnífico camino.

No sin antes contemplar el maravilloso amanecer sobre el Mar Egeo. Thalassa!! como diría Jenofonte en su Anábasis.

No nos equivocamos con el pronóstico, puesto que las caprichosas nieblas características del Olimpo ya empiezan a aparecer en su parte meridional. A lo largo del día van a ir entrando y saliendo de entre las cumbres con una cada vez mayor frecuencia hasta cubrirlas enteramente en el mediodía.

El Mytikas, aún con la luz rosa de la mañana, empieza a juguetear con las nieblas que se quedan trabadas en las centenares de agujas de esta sugerente montaña. En esta foto se puede ver la canal de Kakoskala, por la que ascenderemos, a la izquierda de todo de la cumbre. La cima es la que está medio difuminada por la niebla mientras que la canal de Louki, que utilizaremos para bajar, es la que corta en diagonal hacia la derecha desde la misma cumbre. Por debajo de la montaña, se puede apreciar la zona llamada Zonaria (cinturón en griego), que tiene su nombre debido a las formaciones rocosas que recorren toda la parte intermedia del circo y que se asemejan a cinturones paralelos.

Tras unos cuantos cruces de barranco, nos plantamos en un gran lomo, despejado prácticamente de árboles. Aquí, el sendero toma ya dirección clara hacia la parte alta del macizo.

Subiendo por la loma, vemos el circo del Enipeas casi al completo. Al otro lado de la muralla observamos las montañas donde se asienta el refugio Christos Kakalos, punto de inicio del sendero de regreso al Spilios Agapitis, que cruza la muralla en diagonal por debajo de las bandas de Zonaria.


Tras ganar algo más de 200 metros de desnivel por la loma, el camino empieza a desviarse hacia la izquierda.

Mientras seguimos ascendiendo, a nuestra izquierda vemos dos portentosas paredes que defienden el acceso a la cresta olímpica. El sendero entra por la derecha de la segunda.

Cerca de este punto encontramos el desvío de la senda que va hacia el Christos Kakkalos por Zonaria,  con la que sube hacia el Skolio. Empezamos a subir por la segunda, entrando en una ancha vaguada mientras que a la primera llegaremos tras el descenso al Mytikas.

Entramos en un pedregoso vallecito, con las puntas del Skala y el Skolio, entre nubes, 400 metros por encima de nuestras cabezas. El sendero alterna tramos bastante cómodos con otros muy descompuestos que añaden cansancio en las piernas pues la inclinación del terreno es bastante elevada.

Cuando nos situamos bajo el Skala, nos desviamos por un trazo que corta la ladera en diagonal para dirigirnos directamente al Skolio, la segunda cumbre del Monte Olimpo.

Tras llegar al collado que nos separa del Skala, solo nos faltará ascender los 100 fáciles metros de desnivel para llegar a la cima del Skolio, de nuevo envueltos entre brumas.

Las nubes solo nos dejan ver la parte inferior del brutal circo norte del Olimpo, el Megala Kazania o Gran Caldero, un agujero con paredes verticales de más de 600 metros.

Aunque sin duda la imagen más sobrecogedora de esta cumbre es sobre las otras dos grandes cimas del macizo, que se despejan momentáneamente para la ocasión. El Stefani y el bicéfalo Mytikas se desploman sobre el circo de Megala Kazania con terroríficas paredes en un ambiente de pura alta montaña.

Con las brumas bajando de nuevo, abandonamos el Skolio y nos dirigimos al Skala, de una apariencia más amable que sus dos hermanos mayores. Nos separa de esta cima una ancha cresta caliza de fácil recorrido.

Cuando llegamos al Skala, vemos como muchos de los montañeros que vienen del refugio se quedan aquí, sin atreverse a seguir hacia la cumbre más alta del Olimpo.

Y la verdad, se entiende la congoja que puedan sentir muchos caminantes al observar el esbelto perfil del Mytikas, una intimidante torre blanca y gris de apariencia inquietante, más aún con los jirones de brumas que juguetean por las canales y espolones de esta legendaria cima. Sin embargo, a pesar de esta aparente inexpugnabilidad, el ascenso no es especialmente complicado para el montañero avezado, como vamos a ver a continuación.

Desde la misma cumbre del Skala debemos bajar hacia la brecha que nos separa del Mytikas, siguiendo unas grandes marcas pintadas en la pared. El descenso es bastante empinado y descompuesto, por lo que debemos extremar las precauciones en los distintos destrepes que nos vamos encontrando. En la accidentada bajada vamos trasponiendo varias brechas de menor tamaño desde las que se entrevé los vacíos que caen del Skolio.

Tras un primer tramo más vertical, la pendiente decrece al llegar a la brecha y llaneamos unos metros mientras nos dirigimos al gran embudo que permite el acceso al Mytikas. El ascenso por este tubo nos deja en la brecha entre la aguja adyacente al Mytikas y la cumbre real y desde allí solo nos quedará un breve destrepe y la última subida, ya más sencilla.

Las marcas, como la que se ve en el margen inferior izquierdo de la imagen, son muy abundantes, encontrando una cada pocos metros, por lo que es muy difícil perder el buen camino.

Cuando llegamos a la base del embudo, vemos como es menos vertical de lo que parecía desde el Skala, aunque está cubierto de piedrecilla. Se puede realizar mayormente andando a excepción de dos tramos: el tramo final, con constantes trepadas que no pasan del primer grado, y las placas que se ven en el centro de la imagen, donde se llegará al II grado, en un paso corto pero sin muchos agarres.

Mientras subimos por el empinado tubo, a izquierda y derecha van apareciendo inquietantes torreones que, con la bruma, se asemejan a dedos. El Mytikas está plagado de este tipo de agujas que provocan que esta montaña de lejos tenga una apariencia peculiar.

Llegando a la parte superior del embudo, el terreno pasa de ser descompuesto y pedregoso a una pared no muy vertical y de buena roca pero con constantes trepadas de I grado.

Llegamos al final del embudo y nos encontramos con que aún no hemos llegado a la cumbre del Mytikas. De ella nos separa un corto cresterío y una brecha, tras la cual solo nos quedará una empinada ladera terrosa para llegar a la banderola griega que marca la cima del Olimpo.

Atrás dejamos el Skala, ya casi cubierto por las nubes, y la terrorífica aguja adosada al Mytikas y de la que desconozco si tiene nombre.

El tramo de arista no se hace a toda cresta, pues es muy accidentada, sino que se va siempre por el lado derecho, esto es, la cara este del Mytikas, que igual no es tan vertical como la oeste pero es igualmente abrupta.

Tras un último destrepe, más abrupto que los anteriores y que puede llegar también al II grado, nos plantamos en la brecha y empezamos a ascender por la empinada pero sencilla ladera que nos dejará...

...en la ancha cumbre del Mytikas, punto más alto del Monte Olimpo, de Grecia y segunda altura de todos los Balcanes. La sensación de estar en esta cima, es especial, pues la importancia que tiene esta cumbre va más allá de su altura o situación orográfica. Y es que es embriagador saber que se está en una montaña que ha marcado tanto la cultura europea y, por ende, occidental, con su presencia en la mitología clásica.

Mirando atrás (lo poco que se puede divisar) llegamos a ver parte de la silueta del Agios Antonios, la quinta montaña del Olimpo y, delante suyo, la cuarta, el Skala, con un par de montañeros en su cima probablemente contemplando la belleza de la cumbre en la que nos encontramos.

Delante nuestro el terrible paredón del Stefani, también llamado Trono de Zeus, la tercera altura del macizo y seguramente la más complicada de ascender.

Finalmente, hacia el oeste, el Gran Caldero recoge las aguas de entre las piedras del portentoso circo coronado por el Mytikas y las otras cumbres mayores del Olimpo. Éstas aguas no tardarán en llegar al Mar Egeo, muy cercano al macizo, pero que ahora, desgraciadamente, no podemos contemplar debido a la creciente nubosidad que va cubriendo esta mítica cumbre. El dios del trueno no está muy satisfecho de que hayamos invadido su morada y empieza a dar muestras de ello.

Para evitar una mayor irritación de las divinidades, no nos quedamos mucho tiempo en la cima y nos decidimos a bajar, utilizando para ello la otra vía para llegar al Mytikas, el corredor Louki. Esta canal sale directamente desde la cima y realmente parece que conduzca al Hades, el inframundo griego.

La canal es muy vertical y repleta de piedra suelta, por lo que es bastante recomendable de llevar casco. También hay marcas de pintura (ahora azules) señalando los mejores pasos para ir descendiendo la canal, que alterna tramos en los que podemos ir andando con otros en los que tenemos que destrepar, con pasos que pueden llegar al II grado quizás algo más delicados que los realizados en la subida.

Tras unos 200 metros de descenso, llegamos al sendero de Zonaria, el que hemos dejado hace unas horas para subir al Skala. Mirando atrás, la apariencia de las canales del Mytikas es fantasmagórica. La que hemos utilizado nosotros es la que va por la izquierda de la aguja central.

El propósito de descender por este corredor era para hacer una circular y visitar el llamado Plató de las Musas, donde se encuentran otros dos refugios guardados del macizo, los situados a más altura. El plató está situado al otro lado de esta profunda dolina, con el refugio del Giosos Apostolidis en el simétrico collado entre el Toumpa y la perfecta pirámide del Profitis Ilias.

El sendero realiza un gran rodeo para esquivar la dolina bajo la gran pared del Stefani, de más de 200 metros de verticalidad absoluta.

Mientras vamos rodeando la dolina, la pirámide del Profitis Ilias se va perfilando cada vez más. Esta cumbre era, según dicen, lo más cercano a las cumbres olímpicas que los antiguos griegos se atrevían a acercarse para no incurrir en la ira de Zeus. Ahora hay una antigua ermita dedicada a éste profeta, construida sobre las ruinas de templos más antiguos.

Atravesada la pared, llegamos al collado llamado las Puertas, con el Stefani descollando brutalmente a nuestra izquierda y la colosal muralla del Skolio intuyéndose entre las brumas.

Tras asomarnos una última vez al circo de Megala Kazania desde las Puertas, empezamos a andar hacia el refugio Christos Kakkalos, pasando por debajo del Giosos Apostolidis y del Profitis Ilias. Desde el primer refugio tomaremos el sendero que, bajando hacia el collado de la dolina, que se ve en la parte inferior derecha de la foto, atraviesa la cara este del Mytikas en diagonal para llegar de nuevo al refugio donde hemos dormido, el Spilios Agapitos.

Poco a poco, el Trono de Zeus se va tornando más atractivo, con las nubes volviendo a cobrar protagonismo, que ya no van a volver a perder, porque bajo nosotros ya hay una densa capa de bruma que nos va a acompañar en todo el descenso, con truenos incluidos, pero de momento sin ir a más. Remarco lo de "de momento".

Cuando llegamos al Christos Kakkalos, que marca el final del Plateau de las Musas (el cual apenas podemos ver debido a la creciente nubosidad), realizamos un merecido descanso contemplando el Stefani y su formidable pared en forma de medialuna. Ahora ya solo nos quedará un eterno descenso, primero hacia el refugio Spilios y luego ya hacia Prionia. Para ello, descenderemos por un claro camino hacia la dolina y luego entraremos en la parte baja de Zonaria, los estratos rocosos paralelos.

Primero por terreno muy rocoso y luego entrando en el bosque, el sendero es sencillo de seguir
 incluso en la densa niebla en la que estamos inmersos. Solo hay un par de pasos donde se podría perder el camino, los dos cruzando los barrancos que caen del Skala (en uno de los cuales hay un nevero permanente).

Tras una hora de diagonal, llegamos al refugio Spilios Agapitos, desde el que solo nos quedará desandar el magnífico camino hacia Prionia. Mientras vamos por el bosque, finalmente llega nuestro castigo por habernos atrevido a profanar el Olimpo y el cielo se abre con un tremendo aguacero. Pero aguantamos el diluvio con alegría, porque ya nos hemos llevado el botín; el haber conquistado la legendaria montaña de los dioses, una experiencia que nos va a acompañar de por vida.